jueves, 22 de noviembre de 2012

relato: paseo

  

  Paseo



- ¿Me abrazabas?
- No sé.
- Es un río muy largo, pasa tanta agua. ¿Lo pensaste? Tanta agua. Se va, se va. Abrazame.
- Te estoy abrazando.
- No sé. ¡Ay! Tanta agua. Corre. Lleva, empuja, si me empujaras me caería. Al agua fría, a las algas que me enredan, a las piedras, tal vez lo primero un golpe seco, en una piedra, con el primer frío, y las algas después, llevándose el cuerpo flojo. Tanto, tanto frío, amor, qué bueno que me abraces.
- Está muy oscuro el río.
- Sí, hay faroles apagados y las nubes tapan la luna.
- Temblás.
- Frío.
- Si te alzara y te pusiera en la baranda, el viento lo definiría todo.
- No es cierto, pero alzame. ¿Ves, amor?, vos, el viento y yo, ¿quién definiría?
- Quien vos quieras.
- Me alzaste a la baranda y el viento me golpea fuerte.
- ¿Querés que te pegue, amor?
- No. Alejate, quiero ver tu rostro borroso. Ahí. No te alejes mucho, me da miedo. Tu rostro borroso me da miedo también, pero ahí estás. Acercate ahora, por favor. Vení cerca, dame tu mano. Gracias.
- Te voy a abrazar, despacio, no te asustes.
- Sí, amor, aunque podrías tirarme al río.
- Sí, amor, podría. ¿Tenés mucho frío?
- Sí, pero así está bien, me abrazás.
- El río es tan oscuro, amor.
- Oscuro y la corriente es fuerte, y hay muchas piedras.
- Muchas algas.
- Muchas algas ahí abajo. ¿Me empujarías?
- Te haría deslizar. Otro sueño a la noche.
- Tengo miedo, amor.
- De mí.
- De la noche. Me cubre fría sobre tu abrazo y tengo miedo de que me empuje. Yo te soltaría entonces, para no arrastrarte conmigo, tan triste. Después el vértigo y lo que haga el golpe, muchas piedras, frío al entrar. Luego tal vez nada. Yo te soltaría si la noche me empujara, amor, verte en distancia, verme ir, tan triste.
- ¿Para qué vinimos a esta hora al río?
- A vos te gusta y a mí me espanta.
- ¿Sufrís?
- No. Me conmociona la fuerza de la noche sobre el frío y el agua. Las piedras, ¿aplastaría algún pez o pueden correrse a tiempo?
- Creo que son muy rápidos, no los aplastarías.
- Besame, por favor, todo nos espía. Gracias. Me balanceo en la baranda, amor.
- Basta, no hagas eso.
- Pero vos me subiste.
- Y yo te abracé. No te balancees bajo la luna que espía.
- Me quedo quieta, sólo miro el agua, aquello negro.
- El agua no la ves, aquí abajo no hay reflejos. La escuchás, la olés y sentís su humedad.
- La humedad se nos mete, amor, ¡ay, qué frío!, se nos mete por el cuello, por las muñecas, por los tobillos.
- La humedad es la vida, te doy un beso caliente.
- Gracias, amor. Sentí tu pulso. Sacame de acá, bajame de esta baranda, alzame y llevame al bosque.
- Te bajo, ahora caminá, te abrazo.
- Tenemos cuchillos.
- Vos el tuyo, yo el mío.
- Tiro mi cuchillo al río, amor, ahí va. Ahora sólo vos tenés cuchillo. Vamos al bosque. ¡Qué ruido al caer al agua!
- Ahogaste tu cuchillo.
- Vamos al bosque, amor. Por favor, tengo frío.
- En el bosque te voy a abrigar, entre ramas y un árbol.
- La tierra me va a llamar, como me llama el río, pero voy a abrazarme a vos fuerte, voy a agarrarme a las raíces de los árboles, voy a pensar fuerte tu nombre.
- Te voy a abrazar hasta que te desmayes.
- Sí, amor.
- Y voy a mirarte entre arbustos rondando.
- Y voy a estar contra un árbol, y me vas a cubrir con tu mirada, bajo los árboles, bajo la mirada de la noche.
- Sí, recostate, yo también. Te voy a abrazar.
- Siento tu cuchillo.
- Lo vamos a acomodar.
- ¿Qué nos sobrevuela?
- Los insectos de la noche.
- Es un ruido intenso.
- Es tu corazón.
- No, mi corazón me golpea, pero queda callado.
- Son tus pensamientos.
- Tienen rotas las alas.
- Puedo coserlas.
- Sí, amor, con tu cuchillo. ¿Me lastimarías?
- Haría lo que quieras.
- ¿Y qué querés vos?
- La noche, los insectos y tus alas.
- Están rotas.
- A mí me sirven. Te las arranco o te las coso.
- Va a doler.
- Cualquiera de las dos cosas.
- Esperá. Yo puedo pegarlas.
- No podés.
- Sí, haceme dormir contra las hierbas, contra este tronco. Antes del amanecer voy a estar lista.
- No creo.
- Haceme dormir contra el árbol, amor. Sólo unas horas de suspenso.
- Te abrazaba. Dormías.
- Ya estoy bien.
- Devolveme mi cuchillo.
- ¿Tu cuchillo?
- Lo tragaste con una libélula y una mariposa.
- Me siento muy bien.
- Entonces voy a hacerme una lanza.
- ¿Una lanza?
- Sí, fuerte y ligera.
- Hacela pronto, amor, va a ser hermosa.
- Sí, y va a ser fuerte.
- Es hermosa, fuerte y ligera, amor, y filosa.
- Sí.
- Puedo levantarme del suelo, entre las hierbas. Estoy de pie, junto al árbol. Me clavaste en el árbol con tu lanza, amor. Qué fuego, qué frío. ¡No te vayas! Oscurece. No veo nada.
- Estoy acá, amor. Te sostengo. No te hice ningún daño.
- Confundí tu lanza con un perro, y me atravesaba, amor, me dolía y era muy triste, amor, muy triste, me habías clavado en el árbol y te ibas.
- Mi lanza es fuerte, amor, es ágil y filosa y nos protege.
- Un bosque así me da miedo, pero estamos bien, estamos seguros. ¿Escuchaste?, ¿ese pájaro en la noche?
- Es un pájaro que canta en la noche.
- Sí. Es profundo, es desolado.
- Está llamando, y se está mostrando. Marca su lugar. Llama.
- Está solo.
- Por eso llama. Si no tiene éxito cambiará de lugar.
- ¿Qué hacemos en este bosque?
- Esperamos que despunte el día.
- No va a faltar mucho, otros pájaros ya están cantando. ¿Qué fue del pájaro de la noche?
- Se fue a su nido, y tal vez mude a otro.
- Podrías atravesarme con tu lanza, amor, contra el árbol, una visión horrible, podrías, pero no lo hagas, amor, es muy triste, muy triste. Abrazame, por favor.
- Ya va clareando, despacito, todavía escucho al pájaro de la noche. Pero este momento, de inicio crepuscular, puede ser eterno. Te mato con mi lanza.
- No, amor, estás lejos. Es muy triste.
- Es muy triste, sí, quería saber qué querías.
- Me hiciste trampa.
- Sí.
- Ya es el crepúsculo. Es muy lindo. Abrazame.
- Salgamos al sol.

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