Cae la fuente
Cae la fuente, está abierta la brecha, cae pálida,
marmolada, perfecta, cae a un barrancón. El procedimiento no salió bien, algo
pasó con las sogas y los cruces. Al fondo del barrancón la fuente. La imagen
marmolada es tajeada de su pedestal, cae en remolino, rompiéndose los brazos,
hasta que dos árboles la detienen. En unos segundos estaba rota, separada de su
fuente, desmembrada y sola.
Operarios se acercaron y prepararon más sogas, algunos
buscaban sus partes. Inútil. Mucho de ella se había comido esta caída y este
bosque. La dejaron en la banquina, sobre el polvo y pasto ralo. Rodillas rotas,
sin brazos, sin nariz, sin fuente, la fuente con agua que corre y ella da de
entre sus manos. Sus manos, ya no las tiene, y está separada de su fuente, de
su fuente que seguro también se quebró.
Oscurece y su palidez la refleja la luna. Luna curiosa sobre
la figura pálida rota.
Un movimiento. Movimientos, se acerca alguien a la estatua
bajo la luna. Es alguien joven, que besa a la estatua, la acaricia, se tiende sobre
ella. En todo su tiempo de estatua no había ésta tenido un cuerpo caliente
pegado; a lo sumo al pedestal, a la fuente, pero no a ella, a la figura. El
joven siente el frío de la estatua, la noche fría con su luna curiosa. El joven
la examina en su única postura helada. Perfecta, rota, los brazos idos, las
rodillas lastimadas, sin nariz. Este muchacho siente pena de la estatua rota, o
por eso le es simpática y la abraza, la besa, le da calor, un calor que huye,
como él mismo se resguarda de la ronda del capataz y se va a acomodar al calor
y al vino que van pasando.
La estatua helada, rota, sin pedestal, sin brazos, sin
nariz, las rodillas lastimadas, bajo una luz silenciosa.
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