jueves, 23 de mayo de 2013

relato: Ahora, bajo este techo

Pintura: Courbet__Hiver_1868

Ahora, bajo este techo, en esta sala, en esta mesa, se desgrana un documento incuestionable, una esquina perfecta.
Una anomalía del viento repercute en la ventana y cierra la puerta, ondula entre los muebles, envuelve a los dos cuerpos flacos, pequeños, que se miran.
- No, no me saques de las cenizas.
- El documento es inexorable.
- No lo veo bien.
- Acercate.
- No quiero.
- Acá está.
- No, no lo acerques a mis cenizas.
- Acá está.
- Cuántas veces lo leímos.
- Es para leerse.
- Es para morirse, pero no morimos.
- No podemos.
- No.
Todavía quedaban algunas brasas, siempre quedaban algunas brazas, el humo podía disminuir pero no extinguirse, los cuerpos podían corromperse, pero no morir, no ahora, no sabían si podrían, cuándo.
El documento se bamboleaba, pendía y ondulaba en los ojos. ¿Cuándo empezó a escribirse? ¿Era para ellas? Imposible quemarlo, las manos se agrietarían y el documento volaría a salvo. Y sus cuerpos tan cansados, tan chiquitos y arrugados. Hubo mañanas de sol donde corrían por el pasto y se tiraban agua. Hace tanto. ¿Lo hicieron, corrieron por el pasto felices? Ahora sus vestidos parcos se pegaban a sus cuerpos exiguos. ¿Por qué la ropa no podía abrigarlas? Siempre al lado del fuego. Las brazas atrapan los ojos.
- Quememos el documento.
- No.
- No.
- Lo leo una vez más: “Sobre vosotras, entonces, recae la ceniza de los días,…”
- No lo leas más, lo sabemos de memoria, no quiero escucharlo.
Crepitan las brasas.
- Es el final.
- Ya sé. Las brasas se apagan y la oscuridad nos devora. Esperamos siglos esto.
- “Sobre vosotras, entonces, recae la ceniza de los días,…”
- “… porque no pudieron abrir la ventana,”
- “porque las confinamos a la oscuridad.”
Los cuerpos se recuestan y una de ellas llega a pensar si todo no fue un error de luces, de persianas y de puertas.





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