Cuando
se acerca el crepúsculo una bruma nítida, a ras del suelo, se
desprende desde el mar y avanza lamiéndolo todo, humedeciendo y
helando suelo, tallos, troncos, ramas, plumas, pelos, piel; se va
elevando, lo envuelve todo como cortina o manto, lamiendo con su sal.
No abandona nada todo lo toca. Para sustraerse de la bruma habría
que envolverse en otra cosa, capullo, coraza, casa, caparazón, pasar
de un encierro a otro, por eso la bruma se ríe, y avanza. La recibe
mi piel, mis pulmones se enfrían, tragan humedad, el pelo se
humedece, siento frío pero el aire es limpio, mi cuerpo está
limpio, esto es puro, estoy bien. Corro para entrar en calor, corro
dentro de la bruma, mi aliento es húmedo también, pero cálido, se
confunde, se arremolina en la nube salina. Sin embargo mi garganta se
seca y mis ojos lloran, si paro de correr la transpiración no me va
a abrigar más y va a ser un baño frío. Entonces sigo corriendo en
la bruma. Llego hasta el bosque, con la tierra arenosa y las hojas
caídas, me abrigo, y debajo de unos matorrales, me duermo.
Puedo
escuchar el mar desde acá, no me levanto y no me despierto, y
escucho el mar y las ramas altas y troncos que crujen. Sigue haciendo
frío, pero duermo, no me despierto, estoy bien así. El mar, los
crujidos del bosque, la tierra arenosa, las hojas secas, debajo de
los arbustos del matorral. La bruma está alrededor y dentro mío, la
respiro, entra y se va de mí, y está, todo el tiempo, húmeda y
limpia. Si no me despierto tal vez me congele, pero quiero este
momento tranquilo, y tampoco siento frío ya, probablemente alcance
con el abrigo de la tierra arenosa, las hojas y el matorral,
probablemente, sí. En mi sueño hay colores extraños, aromas
conocidos y paisajes mezclados. Creo que la bruma ya está aflojando
y el frío también; pero todavía no me despierto, no abro los ojos.
Estoy bien así. Oigo los pájaros, el bosque se mueve. No abro los
ojos, escucho, huelo. Estoy bien así. Se siente más calentito
ahora, a través de mis ojos cerrados entra luz, veo rojo. Voy a
abrir un poco los ojos, sólo un poquito, estoy tan bien así.
No,
lo que veo
no tiene nombre. No más bruma, no más
bosque, sin distancia, ni forma, ni nombre. Gris alrededor, plano, ni
sombras, ni figuras, ni bordes, sin dirección. Mi cuerpo sigue
acostado, no me levanto, pero no encuentro un piso, sólo un continuo
gris, sólo mi cuerpo me indica arriba o abajo, y no me muevo, me
aferro a esta noción que todavía queda, soy mi única referencia,
pero escucho a los pájaros cantar y siento el viento. Un resplandor
frío, sin forma, me hace cerrar los ojos y estoy bajo el agua, trago
agua, abro los ojos y apenas veo algo de las burbujas de mi aire,
está muy oscuro. Sigo las burbujas que apenas distingo, voy hacia la
superficie, no sé cuán profundo estoy, ya no tengo más aire, pero
sigo subiendo, voy a llegar, y rompo la superficie emergiendo con los
pulmones abiertos a todo el aire posible. Y es la noche, y son las
hojas y los arbustos, y la tierra arenosa, y todo me protege del
viento frío y de la bruma; ya empieza a clarear. Cuando el sol esté
alto voy a volver a correr, a correr derecho, a subir y a bajar, voy
a correr dentro del paisaje y con todo el paisaje a cuestas, hasta
que mi cuerpo feliz caiga en la arena y ya no distinga nada y el sol
me seque y le interese a las gaviotas y chimangos y el mar me lleve
consigo a una vuelta por la sal.
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