A la zarigüella, huella,
que con anteojos rojos
va siguiendo la centella.
A la metralla, raya,
que con alcanfor y ungüentos
va ensangrentando la playa.
Mi niño es pequeño y no lo quiere entender,
que su osito era pardo y murió ayer;
que mi niño es chico y no quiere nada,
guadaña lamida en cosecha pasada.
Ay, de sus amiguitos, de las pequeñas criaturas,
todos escondiéndose de sus aventuras.
Porque a mi niño me lo llevaron para que aprenda a matar,
y ya no tiene vuelta, ni perdón del viento, ni piedad del mar.
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