jueves, 16 de febrero de 2017

Soy un cornalito perdido. Una ola extraña me alejó del cardumen y me revolcó hasta esta canaleta donde los patones vienen a pescar. Tiran anzuelos con camarones ensartados, casi más grandes que yo, y las crías de los patones persiguen a otros pecesitos como yo con nubes de hilos plateados y los dejan que se asfixien y se quemen en la arena mientras vuelven a batir el agua con sus patitas largas y sus tramas de trampa.
Yo me oculto entre los pliegues plateados del agua al sol, entre las ondas y los reflejos, y si pudiera abriría más todavía mis ojos redondos, pero son siempre iguales, ojos de pez. A veces me muevo veloz porque mi columna siente la urgencia de las aguas que anticipan un barrido capturador. Otras me quedo quietito, quietito, que no me vean, que me camuflen las arenas y conchillas del fondo.
Soy un solo cornalito, no me puedo morir así, solito. En mar abierto muchas veces mi cardumen fue diezmado en medio de nuestra hermosa danza evasiva, las dentelladas y los cuerpos rotos giraban con las burbujas y se plateaban con el sol en una ronda veloz y voraz y esperanzada.
Pero en esta canaleta soy el único cornalito y quiero salir al mar profundo, aunque ya no encuentre a mi cardumen, porque sí voy a encontrar las corrientes fuertes, las aguas grandes, aunque ya sólo sea yo conmigo, aunque esté triste, pero enérgico.
Pero tengo que prestar atención ahora, si no me van a pescar. No quiero ni pensar en mi cuerpo debatiéndose tan solito.

Cornalito chiquitito,
pan rayado y limón.

¡No, no quiero, soy chiquito,
quiero terminar mi canción!

¿Tu canción? Ya no la escucho,
canta ya mi cucharón,
mi sartén, mi plato nuevo,
mi vino y un tenedor.




Francisco Sanmiguel "Los rastros del cardumen" Óleo/tela 30X36 cm.



No hay comentarios:

Publicar un comentario