viernes, 21 de abril de 2017


Lucecitas de colores. Muchas lucecitas de colores. Te gustaba llevarme de la mano y que estuviera bien abrigada. Banderines de colores. El playón agrietado y los cables para las lamparitas de colores. Nunca entendía mucho de todo ese remolino y no importaba tampoco.
Después en la cocina llegaba el monstruo, ahí no había banderines y ya no me agarrabas de la mano. Y al otro día otra vez a la kermesse. Eso sí que estaba bien, de la manito y las manitos atrás, para que nadie pensara que iba a molestar o a romper algo.
Pero al final algo se rompió, mucho después. Y yo tiré la piedra, y no te moviste, y no dijiste nada. Y ya no hubo manitos, ni qué lindo todo. Los que martillan las cabezas a veces también saben de muchas flores y de poesía y de entereza. Horribles y hermosos a la vez. Y no me defraudaste, fue una postura decorosa. Lo nuestro es un tango, te tuve que decir. Y fue lo último que dijimos. Hacía mucho que habías entrado al reino de los fantasmas. Y ahora te puedo reverenciar y repudiar el horror. 

 







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